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viernes, 5 de mayo de 2023

Carlos III: la coronación del monarca británico

Son días de júbilo y entusiasmo en Londres, pese al mal humor social por la crisis económica, energética, la inflación y el alto costo de la vida. La Abadía de Westminster, El Palacio de Bukingham, Downing Street, el Parlamento y la élite política británica junto con los representantes de la Mancomunidad Británica y las familias reales de otros países del mundo se dan cita para celebrar la coronación de Carlos III y su esposa Camila, la primera de su tipo en el siglo XXI y bajo el auge de industria 4.0 y las redes sociales.

La monarquía británica remonta su historia a Guillermo el Conquistador, quien invadió Inglaterra en 1066, aunque la realeza gobernó el mosaico de reinos que se extendía por lo que se convirtió en Inglaterra, Escocia y Gales durante siglos antes de eso. Durante la mayor parte de los casi mil años de tradición, 38 de los 40 reyes y reinas de Inglaterra y Gran Bretaña han sido coronados en la Abadía de Westminster de Londres en una ceremonia que ha cambiado poco a lo largo de los siglos.

La ceremonia de coronación es un acto político y religioso de pompa, al que le siguen celebraciones públicas, conciertos, fiestas callejeras y actividades de servicio comunitario. La mística de este acto sagrado motoriza el poder suave del Reino Unido en el mundo, aquel que apela al carácter emotivo de la monarquía y que invita a que otros monarcas como Felipe y Letizia (España), Guillermo y Máxima (Países Bajos), Felipe y Matilde (Bélgica), el rey Abdullan y la reina Rania (Jordania), entre sultanes, emires, soberanos y príncipes de diversos países participen en este acto histórico.

La coronación, después de todo, no es esencial y ninguna otra monarquía en el mundo tiene un evento del mismo estilo. Pero los historiadores reales señalan que el evento ha persistido en el último milenio como un medio para legitimar al monarca de manera pública. Sentado en la histórica Silla de la Coronación, conocida como la silla de San Eduardo, será ungido por el Arzobispo de Canterbury, líder espiritual de la Comunión Anglicana mundial, al tiempo de juramentar defender la ley y la Iglesia de Inglaterra.

No olvidemos que el excepcionalismo británico deviene no sólo de su ubicación geográfica insular, sino también del expansionismo imperial, la revolución industrial, su identidad nacional e influencia cultural en las artes y la literarura, además de su “carácter único” del poder que le confieren a la silla del trono, a los gestos religiosos y símbolos políticos: las coronas, los anillos, las espadas, las carrozas de oro y los emblemas que forman parte un espectáculo sensacionalista, inspirable, y altamente rentable en materia de ingresos públicos y política exterior.

No obstante, la muerte de la Reina Isabel le abre un camino muy difícil al rey Carlos III. Mantener la estabilidad política, lidiar con los embates negativos del brexit, promover el rol del Reino Unido ante la pérdida de influencia en el mundo y velar por la unidad territorial del reino frente a los tintes nacionalistas de Escocia e Irlanda del Norte, se conjuntan con otra serie de grandes dilemas y desafíos como frenar la embestida caribeña de abandonar la jefatura británica. En la mayoría de los reinos de la Commonwealth, aquellos países en los que Carlos es monarca, el debate sobre si pasar a una república es un tema candente, aunque en diversos grados.

Desde el Caribe, Barbados abandonó la monarquía en 2021. Antigua y Barbuda, Belice y las Bahamas han expresado interés en cortar los lazos con la corona británica, mientras que Trinidad y Tobago y Dominica ya son repúblicas. Jamaica, por su parte, anunció en marzo un comité de reforma constitucional que asistirá en la transición a una república, que deberá contar con una resolución aprobación en el parlamento y en un referéndum general.



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