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viernes, 12 de enero de 2024

La geopolítica electoral mundial en 2024

El escenario político mundial de este año promete presentarse como un tablero dinámico y cambiante, en el que más de 70 países (40% del PIB global) celebrarán elecciones desempeñando un papel crucial en la configuración del futuro político internacional. Como muestra, la principal potencia global, Estados Unidos, está llamada a las urnas. A ella le acompañan la nación más densamente poblada, India; el territorio más extenso, Rusia; el bloque geopolítico más grande, la Unión Europea; el país musulmán más extenso, Indonesia; y la nación de habla hispana más grande, México, por mencionar sólo algunas de las principales citas electorales a las que debemos prestar atención.

En total, alrededor de la mitad de la población estará llamada a ejercer el sufragio. Su veredicto podría tener consecuencias profundas en un mundo turbulento marcado por las guerras entre Israel y Hamás, Rusia y Ucrania, en Sudán, Yemen, entre otras; al tiempo de los procesos de ralentización económica global, la explosión de la deuda externa en varios países del Sur Global y las cadenas más cortas de producción.

Bangladesh fue la primera nación en acudir a las urnas el pasado 7 de enero, inaugurando el ciclo electoral de forma polémica. La primera ministra Sheikh Hasina conquistó su quinto mandato en medio de un boicot orquestado por el opositor Partido Nacionalista, afianzado el poder de la gobernante Liga Awami, aunque a costa de una mayor erosión de la democracia, como los índices de Freedom House han señalado. Una semana después, tres exalcaldes fueron los protagonistas en la contienda por la presidencia de Taiwán. A falta de resultados oficiales al momento de escribir este texto, Lai Ching-te, actual vicepresidente y miembro del partido oficialista se percibe como favorito, por lo que es de esperar mayores tensiones con Beijing ante los llamados por fortalecer las fuerzas de defensa de Taiwán y acercarse más a Estados Unidos.

Otras citas por seguir en Asia son la ya mencionada en Indonesia, las presidenciales de Corea, al Parlamento de Irán, generales en Pakistán, y por supuesto las elecciones generales de la India, quinta economía del planeta y contrapeso político de China. Todo apunta a que Narendra Modi consiga un tercer mandato, aunque su distintivo impulso al nacionalismo hindú por encima de la multiculturalidad de la India ha generado ciertos temores de marginalización de algunas minorías, que ahora forman parte de la nueva coalición de oposición llamada INDIA – Alianza Nacional Inclusiva para el Desarrollo de la India.

Luego de que siete líderes africanos fueron derrocados en los últimos cuatro años, será importante ver cómo se desarrolla el juego electoral en este continente, Argelia, Túnez, Ghana, Ruanda, Namibia, Mozambique, Senegal, Togo y Sudán del Sur se encuentran entre los países africanos que celebrarán elecciones en 2024. No obstante, la principal jornada será Sudáfrica. Por primera vez desde que el apartheid terminó hace 30 años en 1994, el partido oficialista podría perder su mayoría general ante los múltiples escándalos de corrupción y altas tasas de criminalidad.

En Europa, los ciudadanos de los 27 estados miembros de la Unión Europea seleccionarán a los 720 legisladores del Parlamento Europeo, 15 escaños más que en la anterior elección. Persiste la incógnita sobre la presencia que pueda llegar a tener el bloque ultraderechista, que podría volver a hacer eco de una retórica antiislámica y antiinmigrante, además del escepticismo ante la continuación de la ayuda a Ucrania. Pese a ser la más débil de las instituciones gobernantes de la UE, no debemos olvidar que su composición influirá en la selección de la nueva cúpula de mando de la Unión Europea, pues Ursula von der Leyen aún no ha dicho si tiene intención de presentarse a un segundo mandato de cinco años como presidenta.

Otras jornadas que no podemos perder de vista son las elecciones de Bélgica, en las que el partido de extrema derecha Vlaams Belang encabeza las encuestas en la región de Flandes; las jornadas de Croacia, Finlandia, Austria e Islandia, así como las presidenciales en Rusia que verán a Vladimir Putin conseguir su reelección, y con ello, un impulso en su guerra contra Ucrania. Kiev a causa de la invasión y la ley marcial vigente deberá postergar sus elecciones. Por último, las divisiones dentro de las filas conservadoras sobre la migración y el derrocamiento de Boris Johnson en 2022 podrían orillar al premier británico de origen hindú convocar a elecciones este mismo año.

Finalmente, las Américas. A diferencia de Uruguay, donde la reelección está inhabilitada, los votantes en República Dominicana y El Salvador podrán optar por renovar los liderazgos de Luis Abinader y Nayib Bukele. Venezuela, que todavía no ha confirmado fecha, será otra elección clave, pero no está claro qué tantas libertades pueda tener la opositora Corina Machado de presentarse, como de vencer a Maduro, quien convocó a finales de año a un referéndum para hacerse del Esequibo, un territorio rico en petróleo administrado por la vecina Guyana pero reclamado por Caracas, y con ello, generar simpatías y despertar el ansiado nacionalismo en tiempos electorales.

A las anteriores se suman las elecciones en México y Estados Unidos, de cuyos resultados dependerá el grado de colaboración binacional con sendos impactos de bienestar ‘interméstico’. El crimen y la violencia, en gran parte vinculados a los cárteles de la droga, siguen siendo un problema enorme, al que se añade el contrabando de fentanilo y los altos niveles de migración. Destaca que México pueda tener a su primera mujer presidenta en la historia, y la segunda de América del Norte, tras Kim Campbell en Canadá; mientras que la carrera presidencial de la Unión Americana se perfila como una nueva versión de aquel ticket electoral de hace cuatro años entre Joe Biden y Donald Trump.

¿Podrá Trump repetir la hazaña de Grover Cleveland como el único presidente estadounidense en cumplir dos mandatos no consecutivos, o volverá Biden a conseguir el récord del presidente (re)electo más longevo en la historia estadounidense? Una segunda presidencia de Trump pondría en peligro no sólo la democracia estadounidense, sino también todo el orden mundial por sus continuos ataques a la OTAN, su desestimación a la cooperación multilateral, sus desaires al derecho internacional, sus intencionadas guerras comerciales y el retiro al apoyo de Ucrania. Después de todo, el primer juicio político a Trump se debió a su intento de extorsionar a Zelensky (Ucraniagate) para que buscara material comprometedor que pudiera utilizar contra Biden en 2020, y no hay razón para creer que Trump haya dejado esto atrás.

En este 2024 la democracia volverá a ser sometida a una serie de desafíos en este cambiante y convulso mundo. La amplia celebración de elecciones podrá ser tanto un recordatorio de la fortaleza de los sistemas democráticos como una llamada de atención sobre las amenazas que acechan su estabilidad e integridad en un contexto de avances tecnológicos con la inteligencia artificial, interferencias extranjeras, proliferación de noticias falsas, hartazgo de los partidos políticos y desconfianza de las instituciones. Además, la desigualdad económica y social también será un obstáculo crucial frente a una polarización política que ha alcanzado niveles alarmantes en muchas democracias, incluyendo la nuestra.

Este artículo fue publicado originalmente en el sitio Expansión



viernes, 5 de enero de 2024

La política de recuperación del salario mínimo durante el gobierno de AMLO

Samuel Ortiz Velásquez[i] Por sexto año consecutivo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) incrementó en más de 10 por ciento el nivel del salario mínimo general. Con el incremento de 20 por ciento para 2024, México se coloca como el quinto país de la región latinoamericana con el salario mínimo más alto, únicamente superado por Costa Rica, Uruguay, Chile y Ecuador. Por otro lado,

jueves, 14 de diciembre de 2023

El juego de espejos: Rusia y Ucrania, e Israel y Hamás

La carrera suprema entre potencias centrales por el liderato global mantiene en suspenso el juego de las relaciones internacionales y la gobernanza global. El acomodo de actores, los intereses antagónicos, el tejido de transacciones y el sentido de las negociaciones entre países sistémicos y regionales nos transmiten información clave sobre el comportamiento colectivo en la política internacional y los contextos intrincados que favorecen una comprensión no estática de la terca realidad.

La invasión de Rusia a Ucrania y la guerra entre Israel y Hamás arrojan ciertos parámetros explicativos sobre cómo se cifra la efervescente geopolítica global. Hay varios puntos que debemos de desmadejar sobre estas dos conflictivas asimétricas y dispares que presentan algunos vasos comunicantes que nos facilitan la interpretación geopolítica y el análisis global.

La República Islámica de Irán está inserto de manera explícita e intrínseca en esta composición. Mientras que suministra material bélico a Moscú, respalda de forma intelectual, financiera y militar a Hamás, – este último grupo que gobierna Gaza y quien perpetró los atroces ataques terroristas del pasado 7 de octubre en Israel, cimbrando una nueva catarsis en Medio Oriente.

El juego de interdependencias prosigue. Junto a Rusia y China, Irán se ha comprometido a apuntalar la multipolaridad global, detener el dominio de Occidente y abogar por una mayor paridad en las relaciones internacionales en sintonía con las políticas del Kremlin de apostarle al mandato alauita de Bashar al-Assad en Siria. Israel ha expresado su preocupación en torno a la expansión de la influencia regional iraní a través de las milicias en Yemen, Irak y Líbano, con la encomienda de fortalecer el poderío chiita en el mundo árabe.

En ese tenor, la salida de tropas estadounidenses de Siria bajo el mandato de Trump benefició a Rusia. Marco Rubio y Lindsey Graham, destacados legisladores republicanos, etiquetaron el acto como un “error colosal y con repercusiones significativas”, pues vulneró a Israel frente a Teherán dejando un vacio geopolítico apetitoso para Moscú y Beijing, un motivo más para que Israel se acercara estratégicamente a Arabia Saudita (el otro gran rival de Irán) mediante los Acuerdos de Abraham, hoy frenado por la guerra con Hamás.

En este rompecabezas destaca que la Rusia sancionada por Occidente necesite de Riad en la OPEP para impulsar el alza de los precios internacionales del petróleo a cambio de reducciones en la oferta energética. Ahí se apuntó el viaje de la semana pasada de Putin a la capital saudí y a Dubái, en el que líder ruso abogó por liderar las negociaciones de paz entre Israel y Hamás. Aunque Moscú se abstuvo de condenar el ataque de Hamás, se cuidó de dejar entreabiertos los canales diplomáticos con Israel. Sabe que su beneficio más inmediato es que Irán le continúe abasteciendo de drones al tiempo que pretende disuadir a Benjamín Netanyahu de suministrar armamento a Europa, a sabiendas que éste puede terminar en el mercado ilegal y en última instancia en manos de Hamás para utilizarlo en su frente contra Israel.

Ciertamente, la guerra entre Israel y Hamás es un acontecimiento favorable a los intereses de Moscú, porque distrae la atención internacional de su propia invasión en Ucrania y potencialmente obliga a EE.UU. a tomar decisiones sobre la priorización de la asistencia financiera en materia de seguridad a Tel Aviv o Kiev. El mismo rechazo de los contendientes republicanos de seguir financiando a Selensky es una victoria importantísima para Putin. En cambio, Biden buscará desesperadamente incrementar su gasto de emergencia para financiar la guerra en Ucrania, mientras que los republicanos le piden un canje geopolítico: concesiones en la frontera con México y mutaciones significativas en la política migratoria a cambio de continuar apoyando a Kiev.

De esta manera la geopolítica global también alcanza a México. Nuesto país como quinceava economía del mundo está obligada a comprender y sortear las rivalidades entre potencias centrales y regionales, a propósito de acreditar los paralelismos a su favor. La política exterior mexicana debe servir para el beneficio tangible de los mexicanos.

Este texto fue publicado originalmente para El Sol de México.



jueves, 26 de octubre de 2023

El rol de Catar en la encrucijada Israel-Hamás

En el juego de inseguridades que se transan en Medio Oriente entre potencias sistémicas y
centrales y entre los poderes regionales de Arabia Saudita, Irán, Turquía e Israel se anota Catar y su gran miedo: ser atacado o absorbido por Arabia Saudita, como Irak lo hizo con Kuwait en 1990. Por ello, utiliza sus escasas fuentes de poder, a propósito de ensanchar su margen de autonomía y visibilizar su grado de independencia de Arabia Saudita, de quien desconfía y teme.

    Pese a que Catar es un país muy rico, con altas rentas per cápita y de insignia petrolera, carece de los atributos del poder que le aseguren a la familia Al Thani su supervivencia política a largo plazo. Esta monarquía absoluta que lleva gobernando más de 170 años un estado minúsculo territorialmente y huérfano de poder demográfico (2.6 millones de personas, 75% compuesto por trabajadores extranjeros o migrantes) busca desarrollar otras cartas de transacción en el tablero de la negociación regional.

    De ahí también se entiende Al Jazeera, el influyente ecosistema informativo con sede en Doha, que tuvo como aliciente primario configurarse en una poderosa herramienta de proyección exterior que le abonarían a una mayor independencia de Riad. Una fuente de poder suave para expandir el abanico a la hora de lidiar con la familia real saudí, ante el pequeño tamaño de sus fuerzas armadas frente a su vecino, quien cuenta con uno de los ejércitos más equipados de la región.

    Las relaciones entre Catar y Arabia Saudita no han sido fáciles ni tersas. Riad, el principal
    actor geopolítico de la Península Arábiga y con una influencia notable en la región ha acusado a Doha de financiar a grupos extremistas y de acercarse geopolíticamente a Turquía e Irán. Por ello, entre 2017 y 2021, junto a Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto, rompió relaciones diplomáticas con Catar y lanzó un bloqueo económico contra el país.

    De este juego de inseguridades emana el acercamiento estratégico de Catar a Irán, el enemigo común de los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). A pesar de compartir la confesión sunnita del Islam con Arabia Saudita, no sigue la forma conservadora del islam wahabí saudí, sino que apoya otras corrientes del islam político, como a la Hermandad Musulmana (partido homólogo de Hamás en Gaza), y una estrecha cooperación política, económica y energética con Irán. Además, la rivalidad qatarí-saudí ha puesto de relieve otros divisores en apoyo a facciones antagónicas en Yemen y Libia.

    En un delicado acto de equilibrio internacional, Catar mantiene una relación con aquellos grupos militantes, considerados subversivos y terroristas por Occidente, como Hamás, mientras ensancha sus estrechos vínculos de seguridad con EE.UU. Washington considera a Catar como un importante aliado fuera de la OTAN, toda vez que Doha le compra grandes cantidades de armamento militar y le brinda acceso a su base aérea de Al-Udeid, aquella que sirvió como nodo clave en la caótica retirada de EE.UU. de Afganistán.

    Es justamente en su actuar pragmático que utiliza su poder financiero para posicionarse como un país facilitador en la liberación de algunos rehenes en la actual guerra en Israel. Doha ha servido como una de las sedes políticas de Hamás, brinda cobijo a Ismail Haniyeh, su actual jefe, y se presume ha pagado los salarios de algunos funcionarios públicos de Gaza. Pese a no contar con relaciones diplomáticas formales con Israel, lo anterior le ha permitido inscribirse como un actor influyente en las decisiones políticas regionales. No hay que confundirnos, Catar rentabiliza sus partidas geopolíticas a partir del mayor caos y conflicto.

    Este artículo fue publicado originalmente en el sitio Expansión



    jueves, 19 de octubre de 2023

    Presentación del libro “México en la fábrica de América del Norte y el nearshoring”

    Participan: Celso Garrido (autor)Gerardo García (comentarista) Samuel Ortiz (moderador)https://ift.tt/phXKFy7 de reunión: 337 280 9380Código de acceso: P2jS4x

    miércoles, 11 de octubre de 2023

    2023: la tragedia en Israel

    Israel vive tiempos de guerra, pero también de una convulsión política interna que no se puede despegar de los peores ataques terroristas desde la guerra de Yom Kipur de 1973. Con el gobierno más derechista de su historia y el naufragio de la izquierda se encumbró el llamado “9/11 israelí”, el capítulo que ha puesto en jaque a las potencias centrales y sistémicas, a los poderes regionales y que ha recogido más de 1,800 vidas a lo largo de cuatro días con los ataques sorpresas de Hamás en 22 localidades de Israel y que dejó a la superpotencia militar de Medio Oriente cercada y humillada.

    Recordemos que en las pasadas elecciones del 1 de noviembre del 2020, cuando se celebraron los quintos comicios en cuatro años, el histórico Partido Laborista, aquel que llegaron a dirigir David Ben Gurión, Isaac Rabin y Golda Meir-, tan sólo conquistó cuatro escaños de 120 en disputa sumados al achicamiento de los partidos centristas y liberales. La pérdida de carisma del laborismo y el quebranto del centro político está relacionada con el declive de la izquierda secular y antirreligiosa que han visto con toda desconfianza la cohabitación del poder entre el partido de Netanyahu (Likud) y los partidos extremistas y ultraortodoxos que se han manifestado a favor de la anexión y construcción de mayores asentamientos en Cisjordania.

    Un romance impetuoso que exigía como moneda de cambio encumbrar el proyecto político de Netanyahu de alargar su estancia en el poder, a propósito de esquivar el juicio político que tiene en su contra y dinamitar el sistema político basado en el juego de pesos y contrapesos a través de la reforma judicial, la deriva autoritaria que ha deteriorado la salud de la democracia liberal y polarizado profundamente a los israelíes, al tiempo de generar fisuras al interior de las fuerzas armadas. Un hecho que aprovechó Hamás para atacar a Israel. No olvidemos que Netanyahu buscó destituir al ministro de Defensa por desmarcarse de la reforma judicial en marzo del 2023.

    Atrás de los ataques atroces y brutales de Hamás que avergüenzan a la humanidad y que utilizan a civiles israelíes como monedas de cambio, escudos de guerra, y armas negociadoras se esconde la disputa por el Israel secular y/o religioso y la lucha entre la teocracia y la democracia. En este contexto interno se inscriben los ataques inhumanos y violentos de Gaza – nunca justificables- que vieron cómo se desdibujaba la causa palestina en la geopolítica regional e internacional.

    El ataque cuidadosamente planeado y políticamente motivado tuvo como objetivo socavar la normalización de las relaciones entre Israel y Arabia Saudita, considerada la piedra angular de los Acuerdos de Abraham. Acuerdos, cabe recordar, que han llevado al reconocimiento de Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, Sudán y Marruecos del Estado de Israel, y que representaron un quiebre con el acuerdo tácito en el mundo árabe que sostenía que cualquier avance en Medio Oriente debía estar condicionado a un progreso en el conflicto palestino-israelí. En consecuencia, la causa palestina perdió su posición como símbolo de unidad, cohesión e incondicionalidad en la región. La nueva prioridad estaba marcada: contener a Irán.

    De esta manera, los actos terroristas que deben de ser castigados y condenados por la comunidad internacional lograron su objetivo geopolítico de desbaratar el statu quo, alterar la correlación de fuerzas y avanzar en una agenda marcada por la reivindicación religiosa y extremista de Hamás, a pesar que esto perjudicara el bienestar del pueblo palestino. Esto es un ejemplo clásico de lo que suele ocurrir cuando las políticas de unos pocos se imponen sobre las mayorías.

    Nota: Este artículo fue publicado originalmente en el sitio Expansión



    jueves, 3 de agosto de 2023

    La revitalización del multilateralismo: la cumbre del Think20 en India

    El orden multilateral enfrenta su mayor amenaza desde la Segunda Guerra Mundial y el sistema de las Naciones Unidas está en el centro del escenario. La guerra en Ucrania, la nueva rivalidad entre Estados Unidos y China, y el mundo post-covid nos llevan a una rivalidad geopolítica y a un constante bloqueo de la toma de decisiones en las instituciones globales, donde el consenso resulta fatigoso e imposible.

    Todas estas tensiones han debilitado el espíritu de cooperación internacional y están fomentando la polarización. Esta situación alimenta la falta de entendimiento político y compromisos sólidos para abordar los desafíos globales conjuntos. En un momento de desafíos transnacionales sin precedentes, necesitamos reformas para garantizar la cooperación, el diálogo, la paz, el crecimiento económico y la prosperidad.

    El G20 necesita defender la causa del multilateralismo mostrando los beneficios y ventajas de servir a los intereses colectivos de la comunidad internacional. Este fue el mensaje clave de la Cumbre del Think20 en la India, en el que tuve el honor de participar en esta semana. Este foro es un “banco de ideas” integrado por think tanks y centros de investigación que buscan proporcionar recomendaciones políticas y estratégicas a los líderes del G20.


    El mensaje es clave. El G20 debe exhibir los costos de abandonar la cooperación internacional y la desvinculación de las instituciones globales. La única forma de avanzar es persuadir a las superpotencias para que cooperen, mostrando el costo de la inacción frente al costo de la acción. El G20, bajo la presidencia de India, puede proporcionar impulso para la reforma. La necesidad es urgente, pero la probabilidad de lograrlo es nula dadas las tensiones geopolíticas, el estancamiento y la rivalidad entre las principales potencias. Por lo tanto, debe trabajar en una agenda mínima que identifique puntos en común.

    Precisamente el multilateralismo está perdiendo confianza y no está generando entregables porque existe una falta de apoyo, compromiso y participación de las principales potencias, pero también porque necesitamos involucrar a nuevos actores, incluidos los no estatales, y una participación más amplia de las economías emergentes y los países en desarrollo en las instituciones internacionales.

    No podemos revitalizar o revigorizar el multilateralismo sin la voz del Sur Global. Los países de África, América Latina, Asia y los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo deben actuar colectivamente para aumentar su influencia y poder de negociación internacionales. Después de todo, la fuerza económica combinada de muchas economías emergentes y países en desarrollo, incluyendo sus recursos naturales, población en crecimiento y capital tecnológico, desempeñarán un papel crucial en el panorama económico global.

    Necesitamos construir una gobernanza inclusiva para responder a los desafíos actuales y urgentes. Necesitamos establecer nuevas alianzas para la gobernanza global en el siglo XXI. Este tipo de participación aumenta la legitimidad y responsabilidad, y las políticas y acciones resultantes son propensas a ser percibidas como más representativas y tienden a tener menos fracasos y errores que aquellas que se realizan de manera unilateral.

    La misión de la ONU es más importante que nunca, y, sin embargo, no está cumpliendo su cometido. Necesitamos reformar el Consejo de Seguridad, debemos discutir la ampliación de su membresía, la representación regional, reducir el uso del veto, y mejorar los métodos de trabajo y la relación entre el Consejo y la Asamblea General. Este fue uno de los principales temas de debate que sostuvimos dentro del Think20.

    Finalmente, no podemos tampoco abordar una agenda hacia un multilateralismo reformado sin cerrar las brechas de género en la toma de decisiones. La equidad de género es clave para recuperar la confianza en la ONU y es crucial para recuperar sus capacidades de acción. Por ello, uno de lo puntos que me honra haber posicionado, fue que el G20 deba pronunciarse a favor del nombramiento de una mujer como la próxima Secretaria General de la ONU, y seguir impulsando una una mayor equidad de género en los órganos que toman decisiones internacionales.

    En este multilateralismo 2.0, las reformas deben centrarse en transformar las instituciones existente centradas en el Estado, en un sistema de gobernanza inclusivo de múltiples actores para adaptarse a los desafíos contemporáneos, en el que las organizaciones regionales, la sociedad civil y los grupos de expertos, como los think tanks, puedan desempeñar un papel importante en este sistema de múltiples actores para beneficiar los bienes públicos globales y los intereses de los ciudadanos del mundo.

    Rina Mussali
    Analista internacional. Co-Chair del Grupo de Trabajo “Multilateralismo
    Reformado” del Think20